Nuevo Orden Mundial vs. Gobierno Mundial

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Nuevo orden mundial – foto cortesía internet

La etapa de la historia universal que atravesamos, se va desvistiendo y muestra ante nosotros sus primeras insinuaciones: un Orden Mundial deshecho, ya por las pretensiones hegemónicas de un solo centro de poder, ya por la ineficiencia que muestran los organismos internacionales para servir de escenario con capacidad para dirimir las disputas y controversias del mundo en el tercer milenio.

En algún momento la premisa fundamental de la orquestación mundial se fundamentó en la existencia de los Estados-naciones, unos más fuertes que otros y, aun así, la institucionalidad internacional supo establecer mecanismos y procesos que hacían valer el respeto a la existencia, negociando la anuencia a los superiores.

Qué ha pasado en el nuevo mundo: nuevos factores y actores no consiguen mecanismos de expresión en esa organicidad mundial. Surgimiento de nuevas potencias y derrumbe de viejos centros de poder que se niegan a perder sus privilegios; aparición de súper-empresas trasnacionales tan o más fuertes que los Estados conocidos y que comienzan a mostrar una influencia y una suerte de reclamo a ser reconocidos en el escenario internacional; liderazgos empresariales convertidos en referentes internacionales en campos del conocimiento y de las nuevas tecnologías, que trascienden el sentido y apego a una nacionalidad y que ya no dependen de mecanismos de relevo tradicionales, en tanto la naturaleza de las empresas es diferente de los Estados.

Las nuevas súper-empresas llegan a concentrar tal grado de conocimiento y poder sobre tecnologías y aplicaciones, que podrían suplir a muchos países y ayudar a resolver múltiples problemas mundiales, donde el concierto internacional tradicional ya no es tan eficiente. El poder económico trasnacional pareciera aspirar a una corporeidad-identidad particular, capaz de negociar e influir en el concierto mundial, en otros términos. Términos bajo los cuales se pueden incubar amenazas inconfesables.

Pareciera que el gobierno mundial deberá hacer un reajuste o una reconstrucción de su propia naturaleza, además de actualizar los niveles de influencia de los nuevos y viejos actores, abriendo espacio y reconocimiento a los nuevos especímenes de la institucionalidad terráquea.

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