(los empresarios dirigiendo el mundo)
Por: Emiliano Zarrich
La información oficial dice que “el Foro Económico Mundial se celebra en Davos, la ciudad situada a más altura en Europa (1.560 metros). Entre montañas, Davos tiene la estación de esquí más grande de Suiza. Sin embargo, no es famosa por ello, sino por acoger el Foro Económico Mundial. Esta reunión convoca cada año a líderes de la política, las empresas, y la cultura, que quieren tomar parte en la agenda internacional”.
El foro de Davos nació en 1971 en Ginebra (Suiza), como una organización sin ánimo de lucro “independiente, imparcial y no ligada a intereses concretos”. Su fundador es Klaus M. Schwab, un profesor de la Universidad de Ginebra, que invitó a 444 ejecutivos de compañías europeas a un encuentro sobre gestión empresarial en el Centro de Convenciones de Davos.
Su idea era introducir la forma americana de gestionar una compañía en las firmas europeas. Aquella reunión daría lugar a una cumbre internacional.
Visión crítica sobre el foro de DAVOS
Para la década de los 70 ya era manifiesta la crisis del orden mundial negociado luego de la segunda guerra mundial. Estados Unidos había abandonado el respaldo del oro-dólar y el keynesianismo y sus recetas fracasaban ante el fenómeno del estancamiento económico.
Por ello, la idea de Schwab eran reunir a los CEOs de las grandes corporaciones junto con los principales líderes políticos para discutir una agenda del futuro. Empresarios y políticos debían discutir sobre el nuevo orden. La motivación: mantener y aumentar sus negocios.
Del Foro Económico Mundial surge un sólido respaldo a la propuesta neoliberal, como nuevo modelo económico y la liberalización de los flujos de capitales y del comercio como “dogma de la buena gobernanza mundial”. Vendrían los años de las privatizaciones masivas, los Acuerdos de Libre Comercio, la Globalización del capital.
La llave del progreso se circunscribía a crear un ambiente de confianza para los inversionistas y así atraer el capital que corría por todo el mundo en pos de las mejores condiciones y ganancias. La alianza empresarios-políticos era la clave del éxito.
El nuevo liderazgo estaba convencido que “la economía era demasiado importante para dejarla al libre juego de las democracias”.
Es así como un conjunto de instituciones que estaban fuera del control democrático –, que no respondían a ninguna elección tradicional por parte del ciudadano- hacen su aparición: Bancos Centrales independientes, Fondo Monetario Internacional, Agencias Calificadoras de Riesgo y la Organización Mundial del Comercio, entes que son diseñados para y por la Corporaciones Internacionales, por tanto, responden a sus intereses. Son estos los que establecen y tutelan las políticas económicas que regirían a todos los países, en las décadas por venir.
De esta manera, los ciudadanos fueron entendiendo y aceptando que existían diversos problemas que estaban lejos de su control: los fenómenos naturales y la forma como se desarrollaba la economía mundial. Este era otro objetivo ha alcanzar por el Foro de Davos.
En las siguientes décadas las propuestas neoliberales y globalizantes avanzaron y se expandieron con alti bajos, hasta que el modelo comenzó a naufragar: quiebra de empresas privatizadas, burbujas financieras, burbujas inmobiliarias, todo lo cual condujo hasta el borde del desplome a la economía mundial en los años 2007-2008. La ambición desmedida y sin escrúpulos de un capitalismo salvaje quedó expuesto y develado.
Variados analistas sostienen que la etapa en que vivimos actualmente, de transición entre el mundo unipolar, dominado por Estado Unidos y el surgimiento de un nuevo orden multipolar, está lejos de concluir en sus negociaciones. Por el contrario, existen fuertes movimientos en las esferas económico y militar. No son casuales las guerras de Ucrania y más recientemente la situación que se reaviva entre Israel y Palestina, dada la debilidad de las posiciones norteamericanas en el Medio Oriente y Asia.
Los movimientos tácticos mundiales expresan la confrontación abierta entre Estados Unidos contra China y Rusia, así como el endurecimiento del “arma de los nuevos tiempos”: el sistema de bloqueos y sanciones contra quienes no estén favorables a los norteamericanos. Estados Unidos ha sido hábil en el uso de este artificio, que más allá, de su eficiencia, puesta en duda en el caso de Rusia, busca aglutinar en torno suyo, a la mayoría de países en un solo bloque magnificado por la publicidad comunicacional como “Occidente”.
Pero todo este accionar no puede esconder hechos como el debilitamiento económico de Europa, y su cada vez mayor dependencia y sumisión ante EE.UU. La separación de Inglaterra de la Unión Europea, la significativa reducción de los impactos y el nulo desarrollo de los Tratados de Libre Comercio, las cada vez más intensas turbulencias geopolíticas, el ascenso de la extrema derecha en diversas partes del mundo. Son signos innegables que estamos frente a un mundo “fracturado”,
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